Llevo un par de meses saliendo a
correr. Mi idea era hacer deporte, por eso de mantenerse uno, que ya ha entrado
en la treintena. Antes, cuando veía a un runner
corriendo por la calle, le gritaba en tono burlesco ¡De quién huyes! Mientras apuraba un cigarro sentado en la terraza
de un bar gin tonic en mesa (gran placer, por cierto). No comprendía a esas
personas.
Ahora sí.
Las vueltas que da la vida, ahora me
he convertido en ese incomprendido por parte de un gran número de personas que
son como yo fui. Lo que me lleva a pensar que el desconocimiento consciente que
aplicamos sobre muchísimas materias, la mayoría, nos aleja del placer que
proporcionan dichas materias, no sólo en el ámbito deportivo, sino en la vida
en general.
Vayamos al caso contrario.
Los yonkis provocan rechazo, repulsión,
incluso asco. Pero siempre me atrajo de manera especial el amor que existe,
porque existe de verdad, entre dos adictos que lo comparten todo teniendo nada.
Un amor basado en la heroína no es un amor de mentira mientras haya heroína.
Sí, de acuerdo, ¿y cuándo se acabe,
qué?
Cuando se acabe la droga se acabará el
amor. ¿Acaso el amor no es una droga?
Quizá ellos se amen más que los demás.