jueves, 26 de enero de 2012

Los golpes de las manzanas son dulces pero nadie se los come

Los golpes de las manzanas son dulces pero nadie se los come, podría ser perfectamente el título de un libro o de una canción, (me vino a la cabeza de Ivan Ferreriro). Podría ser el título que me cuelgo del cuello en estas líneas o mi fugaz Alter Ego. 
Con frío y el estómago vacío mando este mensaje del que no espero respuesta alguna de miradas mudas. La dulce soledad de una manzana anoréxica, los muerdos que nos da la vida, y los que le dejamos de dar por no hincarle el diente al lugar del lunar. La soledad enterrada donde nadie pueda oírla, ahí sí está realmente sola y no cuando hablamos de ella porque se hace de rogar, es una puta mimada que siempre quiere estar en boca de todos, no como esos golpes que las manzanas se llevan fruto (nunca mejor dicho) de un rodante suicidio descuidado al borde de la mesa. La soledad nunca está sola por nuestra culpa, por eso deja de tener sentido cuando es nombrada, la soledad tiene que ser impersonal y manifestarse ausente, tiene que ser escrita sin nombrarse. Por eso nunca creí en la fidelidad de los cantantes, escritores y compositores que escriben corazón, pero no con el corazón, para hablar de amor o desamor, los que escriben con rosas rojas y no con pluma aman de manera standard y los que escriben cosas como esta piensan demasiado y se retuercen como el regaliz y los besos de tornillo. 

miércoles, 18 de enero de 2012

Me, mi, me, conmigo

Mis ojos son cuadrados, casi son dados, soldados abocados al fracaso. Mi boca es un paréntesis, la tesis que explica mi crisis.  Del cielo a la tierra mi laringe gris es, gélidos los pies pálidos, parados sin huella marcados por el tiempo que me queda. Los dedos son mis intenciones de vacaciones entre las islas de tic, espacio y tac de una máquina llena de ellas. 
Intenciones que se van embarcando al mando de un canto de sirena estancada.

viernes, 13 de enero de 2012

Nada

La vida transcurría lineal, como un cigarrillo encendido y abandonado, como su propia estela grisácea, marcada exactamente en el mapa espacial de una habitación sin movimiento. Tuve que apagar la televisión para saber que estaba tan solo como esa colilla, para saber qué es lo que ese silencio que tanto ignoraba quería decirme.